viernes, 28 de enero de 2011

caballo herido

Le pedí a mi hermano que sujetara a mi padre.
Lo atamos a la silla mientras dormía.
Latas de cerveza amontonadas en la mesa.
Mi hermano lo agarró del cuello con el brazo derecho.
El viejo se despertó, pero apenas tuvo tiempo de reaccionar.
Cuando lo tuve bien sujeto, mi hermano se separó de él.
Resoplaba y gritaba como un caballo herido.
Ni siquiera sé si nos reconoció, ahí, delante suyo.
Apagamos la luz de la cocina, cogimos nuestras cosas y nos fuimos.
Una vez en la calle, las caras de la gente reflejaban algo que nunca antes habíamos percibido.