lunes, 16 de febrero de 2009

tras la cortina

A estas alturas de la novela, el protagonista debería intentar besar a la protagonista o, si debido a su delicada timidez no se atreviera, al menos proponerle un paseo a caballo, por el valle, al atardecer, para, más tarde, invitarla a cenar a casa y contemplar desde el gran ventanal el cielo anaranjado de la tarde, árboles movidos por ráfagas de viento, el crujir de la madera bajo sus pies mientras se dirigen al gran sofá después de cenar, las montañas recortadas, como su escopeta tras la cortina, esperando el momento en el que ella echase la cabeza para atrás.

lunes, 2 de febrero de 2009

últimos bancos

Casi todos los domingos de mi infancia los recuerdo en misa.
Iba con mi madre y siempre nos sentábamos en los últimos bancos.
Desde aquel lugar privilegiado pude observar detalles de la vida que el día a día no me solía ofrecer.
Como aquella vez en que nuestro vecino le robó el monedero a su propia mujer, mientras rezaba arrodillada.
Miré de reojo a mi madre y comprobé que ella también lo había visto.
Luego fuimos a casa.
De camino alcanzamos a nuestro vecino y su mujer.
Él le pasaba el brazo por el hombro.
Ella le besaba la mano.

domingo, 1 de febrero de 2009

ya muy tarde

Un hombre abrió la verja de mi antiguo colegio.
Me preguntó que qué quería y le respondí que sólo quería dar una vuelta por el patio, que yo había ido a ese colegio de pequeño.
Me dijo que era ya muy tarde y no me podía dejar pasar, que viniera mañana.
Le dije que si me quería acompañar él, que sería un momento, que sólo quería ver si todo seguía igual.
Me respondió que no se podía mover de su puesto y añadió que seguramente todo seguía igual, que no me preocupase.
Cerró la verja de nuevo y me fui.