martes, 20 de julio de 2010

tanatorio

Año tras año, día a día, fui descuidando a mis amigos. Y ellos, de alguna manera, también se fueron olvidando de mí.
Un día imaginé quién de ellos vendría a mi entierro.
Puede que aquel. O aquella. También. Quizás.
Para salir de dudas, le pedí a mi hermana que les escribiera un mail comunicándoles mi muerte y el horario de visitas del tanatorio.
Al día siguiente, fui el primero en llegar.
Me senté en uno de los bancos.
Estuve esperando durante todo el día.
De vuelta a casa pensé que quizá fue el mal tiempo. Quizá la hora. Quizá yo.

insecto

Los dedos del niño marcados en la ventana del comedor.
La madre puede verlos desde su asiento de copiloto.
Marido al volante, niño en asiento trasero, maletas en maletero, primer día de vacaciones.
Y está a punto de decirle al marido que pare un momento el motor, que ha olvidado algo pero, por el contrario, no dice nada.
El coche empieza a moverse.
El marido silba la canción de la radio mientras el niño observa a un insecto que se ha posado en el respaldo de la madre, quien aprieta un puño y deja escapar la misma lágrima de siempre.