jueves, 28 de agosto de 2008

oscuridad remota

aquella paloma, 
hubo un tiempo en que sólo pensabas 
en aquella paloma, 
que surgió de la oscuridad, 
de la esfera blanquinegra sostenida por un niño, 
aquella paloma 
que quizá pensó en muerte, 
letargo 
y luego en salvación, 
gloria, 
hubo un tiempo en que sólo pensabas 
en aquella paloma, 
de aquel mundial nuestro, 
y sus plumas blancas todavía te vienen a la cabeza, 
estoy seguro,
cuando hablas de lo que te queda por hacer, 
aquella paloma, 
que salió de la nada, 
qué estaría pensando 
dentro de esa oscuridad remota, 
escuchando zumbido de gentes, 
intentando encontrar respuestas 
a preguntas no formuladas 
todavía.

martes, 26 de agosto de 2008

espasmos

Siempre me paraba delante de la tienda de animales.
Había una pecera grande con pequeños peces de colores.
Los peces se movían sin rumbo fijo, guiados por espasmos, criaturas sin ayer.
El suelo estaba cubierto de piedras redondas y plantas verdes.
Y allí, encima de esas piedras, la proa de un barco hundido.
Siempre me pregunté por qué habría naufragado, a dónde se dirigía, quién viajaba en él.
Hoy, muchos años después, me he vuelto a parar delante de la tienda de animales.
He entrado y he preguntado el precio de la proa.
Tal como esperaba, no estaba en venta.

lunes, 25 de agosto de 2008

palabras sueltas

Un día me preguntaste si no me importaba salir del lavabo porque ibas a orinar.
Yo te contesté que no me importaba, claro.
Salí y cerré.
Me quedé allí, en el pasillo, apoyado en la puerta del lavabo, escuchándote.
Te oí teclear en el móvil y luego hablar y reír en voz baja.
No podía escuchar lo que decías, sólo algunas palabras sueltas: coche, domingo, hotel, cama, lengua, cuello, condones.
Todas esas palabras se filtraban por la madera y entraban en mi oído como avispas infernales.
Justo antes de colgar dijiste: te quiero.
Eso sí que lo pude escuchar bien.

jueves, 21 de agosto de 2008

derrotados

Cada tarde íbamos paseando los amigos de siempre por los lugares de siempre.
Recorríamos siempre los mismos sitios, las mismas plazas, los mismos bares, las mismas tiendas.
Hablábamos siempre de las mismas cosas, los mismos con los mismos, siempre igual.
Llegué a pensar que eso era la felicidad.
Pero una tarde, unos cuantos dijeron que ellos se quedaban ahí, que siguiéramos nosotros.
Entonces seguimos caminando, ahora en silencio, algo extraño había pasado.
Miré las caras de los que quedaban y vi a hombres derrotados.
Pensé en la cara que tendrían todos los que se habían quedado ahí.
Y los odié.

miércoles, 20 de agosto de 2008

así de fácil

Abrí una mano y saliste tú.
Luego abrí la otra y salió una silla.
Después abrí las dos y se escuchó un ¡Oh!
Más tarde las cerré y te sentaste.
Al día siguiente abrí una mano y salí yo.
Luego abrí la otra y salió una silla.
Después abrí las dos y se escuchó un ¡Oh!
Más tarde las cerré y me senté a tu lado.
Años después abrí una mano y salió un niño.
Luego abrí la otra y salió una niña.
Después abrí las dos y se escuchó un ¡Oh!
Podría ser todo así de fácil siempre, pensé.

martes, 19 de agosto de 2008

gracias a ella

Mi mujer me abandonó por un hombre más calvo, más gordo, más peludo y más feo que yo.
Fue una tarde de invierno, porque estas cosas, decía, se tienen que hacer en invierno, para que el ambiente acompañe a la tristeza.
La cuestión es que recuerdo aquella tarde como algo alegre porque yo ya estaba harto de mi mujer y di gracias al cielo de que apareciera ese hombre más calvo, más gordo, más peludo y más feo que yo.
Ahora, gracias a ella, las tardes de invierno se han convertido en lo mejor de mi vida.
No como antes.

lunes, 18 de agosto de 2008

azulejos

Alguien dibujó una esvástica en el lavabo.
Estaba dibujada con rotulador rojo a la izquierda del espejo y, como un animal atropellado en la cuneta, era inevitable mirarla.
Sucedió de repente.
No sé por qué siempre había pensado que este tipo de cosas necesitaban un proceso, pero una mañana me levanté, fui al lavabo y allí estaba.
De un día para otro alguien había dibujado esa cosa ahí.
Aún recuerdo cómo parecía relucir, sangre brotando de los azulejos.
Cogí un trozo de papel higiénico, la borré y tiré el papel al váter.
En casa sólo vivíamos mi abuelo y yo.

jueves, 7 de agosto de 2008

otra chica

Estuvieron paseando por el parque.
Se sentaron en un banco, se miraron a los ojos y se cogieron las manos.
Pasaron los minutos y no dijeron nada.
Hasta que él dijo Espera, ahora vengo, y se fue.
Ella le siguió con la mirada.
Vio cómo se sentaba en otro banco al lado de otra chica, se miraban a los ojos, se cogían las manos, pasaban unos minutos y no decían nada.
Luego cómo se levantaba y volvía.
Se sentó de nuevo con ella, se miraron a los ojos y se cogieron las manos.
Pasaron los minutos y no dijeron nada.

miércoles, 6 de agosto de 2008

la lámpara encendida

Lo vi por la ventana.
En calzoncillos.
Nuestro vecino.
Una cuerda en la mano y una silla en la otra.
De aquí para allá en el salón.
Las doce del mediodía.
La lámpara encendida.
De aquí para allá, izquierda y derecha.
Miraba al suelo.
Se detuvo.
Colocó la silla, se subió, ató la cuerda a la lámpara y el otro extremo a su cuello.
Pero no dejó caer la silla.
Estuvo así mucho rato.
Al principio me había asustado, ahora me hacía gracia.
Llamé a toda mi familia y lo estuvimos mirando, riéndonos, esperando a que se decidiera.
Pero no.

martes, 5 de agosto de 2008

reloj plateado

Fui a buscar a mi padre a la residencia.
Todos los domingos comía con nosotros.
A mi mujer no le entusiasmaba la idea.
A mí tampoco, pero era mi padre.
Mientras lo esperaba en el patio, un anciano se me acercó y se detuvo delante mío.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un reloj plateado.
Me dijo que se paró el día en que murió su mujer.
No supe qué decirle y apoyé mi mano en su hombro.
Entonces el anciano levantó la vista, me miró y dijo Quítame las manos de encima o te mato.

lunes, 4 de agosto de 2008

se peinan y se van

Desde mi hotel veo la fachada de otro.
Por las noches apago la luz de mi habitación y espío a los vecinos de enfrente.
Espero descubrir situaciones extrañas, visiones fuera de lo común.
Pero lo único que veo son personas que se secan la cabeza con una toalla, que se tumban en la cama con el mando a distancia, que se miran al espejo, que abren y cierran el mini bar sin coger nada, que lloran, que hablan por teléfono, que se visten, se peinan y se van.
Personas como yo.
Es sólo entonces cuando pienso que algo va mal.

viernes, 1 de agosto de 2008

trastos

Hay una habitación en casa de mi abuela que siempre está cerrada.
A veces le pregunto a mi abuela qué es lo que hay allí y me responde: trastos.
No sé por qué se lo pregunto si ya sé lo que me va a contestar.
Tampoco sé por qué a veces se oyen ruidos adentro.
Y no sé por qué mi abuela se pone triste cuando me dice que allí hay trastos.
Y tampoco sé por qué mi abuela me tendría que mentir.
Pero no sé por qué creo que el día que abra esa habitación, allí no habrá trastos.