martes, 5 de agosto de 2008

reloj plateado

Fui a buscar a mi padre a la residencia.
Todos los domingos comía con nosotros.
A mi mujer no le entusiasmaba la idea.
A mí tampoco, pero era mi padre.
Mientras lo esperaba en el patio, un anciano se me acercó y se detuvo delante mío.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un reloj plateado.
Me dijo que se paró el día en que murió su mujer.
No supe qué decirle y apoyé mi mano en su hombro.
Entonces el anciano levantó la vista, me miró y dijo Quítame las manos de encima o te mato.