lunes, 30 de junio de 2008

el lunes

Cogí un libro.
Lo abrí al azar.
Leí:  entonces viajó hacia el sur, alquiló un piso en el centro y vivió allí una temporada.
Entonces me fui al sur, alquilé un piso en el centro y viví allí una temporada.
Tiempo después cogí otro libro.
También lo abrí al azar.
Leí: todo sucedió un lunes en el bar de la esquina cuando un hombre con una chaqueta gris sacó una pistola y empezó a disparar a todo el mundo.
Entonces me compré una chaqueta gris, una pistola, fui al bar de la esquina y esperé a que llegara el lunes.

jueves, 26 de junio de 2008

jueves por la tarde

Creo que fue un jueves.
Creo que fue un jueves por la tarde.
Creo que fue un jueves por la tarde cuando la profesora me dijo eso.
Creo que fue un jueves por la tarde cuando la profesora me dijo eso de sacar lo que tenía dentro de la mochila.
Creo que fue un jueves por la tarde cuando la profesora me dijo eso de sacar lo que tenía dentro de la mochila y yo le contesté que sería mejor que se metiera en sus asuntos.
Creo que fue un jueves, por la tarde, cuando la profesora me dijo eso. 

miércoles, 25 de junio de 2008

fino rastro

Aquel hombre entró por la ventana mientras yo hacía los deberes.
Me hizo el gesto de silencio con el índice.
Abrió la puerta de mi habitación y salió.
Dejó un fino rastro de sangre en el suelo, como un animal herido desde hace años.
Oí cómo caminaba por el pasillo, crujía el parquet y las paredes y todo.
Luego un grito.
No era de mi madre, ni de mi hermana, ni mucho menos de mi padre y tampoco de aquel hombre que entró por la ventana mientras yo hacía los deberes.
O quizá sí.
Quizá gritaron todos a la vez.

martes, 24 de junio de 2008

por la ventana

Lo único que recuerdo de aquella tarde es el color azul o rojo o amarillo o verde que entraba por la ventana de casa de mi abuela o de mi tía o de mi otra abuela.
Era un color extraño y mi abuela o mi tía o mi otra abuela dijo que nunca había visto nada igual.
Mi abuela o mi tía o mi otra abuela se sentó a mi lado y me pidió que no me preocupase.
Yo le respondí que no estaba preocupado.
Y entonces mi abuela o mi tía o mi otra abuela dijo Eso está bien

lunes, 23 de junio de 2008

bandazos en el aire

Aquel sábado por la mañana fui con mi abuelo a la granja.
Abrió la jaula de los conejos, metió la mano y cogió al más gordo.
El animal se revolvía como si las manos de mi abuelo fueran eléctricas.
Le ató las patas traseras con una cuerda y lo colgó de un clavo del techo.
El conejo siguió dando bandazos en el aire hasta que empezó a sangrar por la nariz, pequeña, gris y ahora roja, inmóvil.
Luego mi abuelo le arrancó la piel y la tiró al suelo ensangrentado.
El abrigo de un extraño bebé muerto en la guerra.

viernes, 20 de junio de 2008

ramas bajas

Un día estaba mirando la montaña desde el terrado.
Subía allí las tardes de verano y contemplaba el paisaje.
Un coche se acercó lentamente a un árbol solitario por un camino de tierra.
El conductor se bajó y colocó una caja en una de las ramas bajas y se fue.
Al cabo de un rato apareció otro coche en dirección al mismo árbol.
Un hombre se bajó y cogió la caja que había dejado el otro y se subió de nuevo al coche y se fue.
Luego bajé a casa de mi abuela.
Y no se lo dije a nadie.

jueves, 19 de junio de 2008

la oscuridad de lo dulce

Mi hermana se cayó por una claraboya.
Yo estaba apoyado, viendo cómo caminaba por ese fino hielo.
Se había subido allí para recoger la pelota y ahora volvía triunfante.
Pero el fino hielo se quebró como el azúcar quemado de un postre.
Y mi hermana se hundió en la oscuridad de lo dulce.
Yo estaba apoyado, viendo cómo desaparecía entre cristales de azúcar.
Pensé qué estaría haciendo allí abajo.
Mi madre gritaba sin saber a quién y mi padre corría sin saber a dónde.
Entonces mi hermana apareció por una puerta, cantando, sonriendo y lamiéndose los dedos.
Uno a uno.

miércoles, 18 de junio de 2008

el horno abierto

Cuando mi padre le dijo a mi madre Al niño lo dejamos aquí, yo estaba despierto.
Fue una noche de julio, una noche de tormentas en el mar y ventanas abiertas.
El aire era tan caliente, como si Dios se hubiera dejado el horno abierto.
No me podía dormir y miraba el reflejo de la luna en el marco de la ventana.
Y entonces escuché a mi padre decirle eso a mi madre.
Al principio no sabía a qué niño se refería ya que mi padre nunca me había llamado así.
Al día siguiente supe que aquel niño era yo.

martes, 17 de junio de 2008

piel de serpiente

Cuando era pequeño mi padre preparó una barbacoa.
Mi hermana y yo fuimos a por leña.
El aire olía a pinos y al cloro que se despegaba de nuestros cuerpos como una piel de serpiente.
Estuvimos caminando mientras cantábamos canciones que no existían.
Mi hermana se empezaba a cansar cuando divisó una montaña de madera preparada para nosotros.
Corrimos riendo hacia aquellos lápices gigantes.
Elegimos bien los trozos porque éramos buenos hijos.
Mi hermana iba delante mío con los brazos llenos de maderas.
Entonces un hombre salió de su casa con una escopeta y gritó: Le bois est à nous!