lunes, 23 de junio de 2008

bandazos en el aire

Aquel sábado por la mañana fui con mi abuelo a la granja.
Abrió la jaula de los conejos, metió la mano y cogió al más gordo.
El animal se revolvía como si las manos de mi abuelo fueran eléctricas.
Le ató las patas traseras con una cuerda y lo colgó de un clavo del techo.
El conejo siguió dando bandazos en el aire hasta que empezó a sangrar por la nariz, pequeña, gris y ahora roja, inmóvil.
Luego mi abuelo le arrancó la piel y la tiró al suelo ensangrentado.
El abrigo de un extraño bebé muerto en la guerra.