domingo, 4 de octubre de 2009

en las rocas

Mi padre nos dijo que nos esperaba en las rocas.
No sabíamos muy bien a qué rocas se refería pero todos le dijimos De acuerdo.
Sonó extraño, al unísono, ese De acuerdo.
Normalmente usábamos otro tipo de respuestas.
Vale, por ejemplo, o Muy bien.
Pero, aquella tarde, a nuestro padre le contestamos De acuerdo.
Durante todo el camino estuve preguntándome el por qué de esa respuesta, por qué precisamente ahora habíamos tenido que cambiar.
Quise correr y adelantarlos, separarme del grupo para alcanzar a mi padre y caminar a su lado.
En cambio, como siempre, continué ahí, callado, perdido, último.

lunes, 7 de septiembre de 2009

palpando las paredes

Después del accidente, mi hermana y yo fuimos a casa de mi padre para decidir qué hacíamos con la ropa.
Para mí no suponía ningún problema dejarla ahí, en el armario, pero mi hermana concluyó que cuanto antes nos quitáramos ese peso de encima, mejor.
Estuvimos empaquetando ropa durante horas.
Me asombré de nuestra entereza mientras lo hacíamos.
En el pasillo íbamos dejando las bolsas.
Lentamente, impregnaron toda la casa con su olor.
Sin que mi hermana me viese, cerré los ojos y perseguí a mi padre, palpando las paredes.
En ese momento no pensé que estuviera haciendo ninguna tontería.

martes, 1 de septiembre de 2009

oír algunas lágrimas

Una tarde de invierno estaba sentado en el sofá con mi madre al lado.
Sin motivo aparente, empezó a acariciarme el pelo.
Y así estuvo durante casi una hora, acariciándome lentamente el pelo.
Yo me dormía a ratos.
Mi hermano mayor estaba sentado a la mesa del comedor, haciendo los deberes, mientras mi madre me acariciaba lentamente.
De vez en cuando podía percibir cómo levantaba la vista de la libreta y nos miraba.
No pude ver la expresión de sus ojos, pero sí oír algunas lágrimas caer sobre el papel, difuminando, supuse, las sumas y las restas y su nombre.

domingo, 5 de julio de 2009

último suspiro

Los últimos días de vida, mi abuelo los pasó viendo a gente que no estaba ahí.
El espejo de la habitación se convirtió en una ventana por donde entraban conocidos, desconocidos y familiares muertos.
Mi abuela pinzó una sábana encima del espejo para hacer desaparecer aquella ventana imaginaria.
Ahora, una sábana azulada caía por encima del espejo, inmóvil como un fantasma educado y respetuoso que no se atreviera a llamar la atención.
Y, detrás de la sábana, me imaginé a toda esa gente, conocidos, desconocidos y familiares muertos, esperando a que el último suspiro de mi abuelo les dejara entrar.

sábado, 27 de junio de 2009

después de los cafés

Cuando nos sentamos a la mesa de este restaurante yo tenía cinco años.
Vine con mis padres y mi hermana, que acababa de nacer.
El camarero nos trajo la carta cuando cumplí diez.
Mi hermana de cinco años jugaba con nuestro hermano pequeño, de dos.
Conocí a mi mujer cuando nos sirvió el primero. Mi madre se encargó de traer una silla para ella.
Durante los postres, mi hermana, con mi hijo en sus rodillas, me dijo que se iba a casar con su novio de toda la vida.
Ahora, después de los cafés, iremos al entierro de mi padre.

lunes, 11 de mayo de 2009

moscas, moscas

El tren se detuvo.
Nunca antes había pasado algo así. Al menos nunca antes se había parado en ese lugar, justo antes de entrar en el túnel.
Estuvo así unos quince minutos y luego reemprendió la marcha lentamente.
Entonces te asomaste por la ventana y pudiste ver todo aquello que nunca habías visto.
Las jeringuillas, las cucharas, papel de plata, las bolsas de basura llenas, los condones, una muñeca sin ojo y sin pierna, el mástil de una guitarra, un animal muerto, sangre, moscas, moscas.
Luego el tren aceleró la marcha.
Pero tú ya no volviste a ser el mismo.

miércoles, 8 de abril de 2009

los hombres y los perros

Hubo una época en la que las señoras salían a comprar el pan, los niños jugaban en la calle, el rey bebía vino, los gatos caminaban por los balcones y los tejados, los hombres cantaban y saltaban y los perros ladraban y mordían.
Hubo una época en la que todo el mundo vivía muy feliz sin poder imaginar lo que estaba a punto de sucederles.
Un día, el rey dijo: nada de verbos.
Y entonces las señoras el pan, los niños en la calle, el rey vino, los gatos por los balcones y los tejados, los hombres y los perros.

jueves, 19 de marzo de 2009

familia

En una determinada época de mi vida tuve que tomar una serie de decisiones que no sé si afectaron a mi familia pero sí que me afectaron a mí ya que era yo el que las tuve que tomar y el resto de mi familia sólo esperó a que yo tomara esa serie de decisiones que ni siquiera supieron en qué momento justo sucedió simplemente las tomé un día y puede que sí les afectasen y eso no lo negaré porque negarlo sería de estúpidos y precisamente para que mi familia no me considerara estúpido tomé esa serie de decisiones.

lunes, 16 de febrero de 2009

tras la cortina

A estas alturas de la novela, el protagonista debería intentar besar a la protagonista o, si debido a su delicada timidez no se atreviera, al menos proponerle un paseo a caballo, por el valle, al atardecer, para, más tarde, invitarla a cenar a casa y contemplar desde el gran ventanal el cielo anaranjado de la tarde, árboles movidos por ráfagas de viento, el crujir de la madera bajo sus pies mientras se dirigen al gran sofá después de cenar, las montañas recortadas, como su escopeta tras la cortina, esperando el momento en el que ella echase la cabeza para atrás.

lunes, 2 de febrero de 2009

últimos bancos

Casi todos los domingos de mi infancia los recuerdo en misa.
Iba con mi madre y siempre nos sentábamos en los últimos bancos.
Desde aquel lugar privilegiado pude observar detalles de la vida que el día a día no me solía ofrecer.
Como aquella vez en que nuestro vecino le robó el monedero a su propia mujer, mientras rezaba arrodillada.
Miré de reojo a mi madre y comprobé que ella también lo había visto.
Luego fuimos a casa.
De camino alcanzamos a nuestro vecino y su mujer.
Él le pasaba el brazo por el hombro.
Ella le besaba la mano.

domingo, 1 de febrero de 2009

ya muy tarde

Un hombre abrió la verja de mi antiguo colegio.
Me preguntó que qué quería y le respondí que sólo quería dar una vuelta por el patio, que yo había ido a ese colegio de pequeño.
Me dijo que era ya muy tarde y no me podía dejar pasar, que viniera mañana.
Le dije que si me quería acompañar él, que sería un momento, que sólo quería ver si todo seguía igual.
Me respondió que no se podía mover de su puesto y añadió que seguramente todo seguía igual, que no me preocupase.
Cerró la verja de nuevo y me fui.

jueves, 1 de enero de 2009

restos de alpiste

Un día, cambiando el alpiste del periquito, dejé abierta la puerta de su jaula.
Abrí la puerta, cogí el comedero, fui a la cocina, tiré a la basura los restos de alpiste y llené con nuevo el recipiente. Al volver, me di cuenta de que me había dejado la puerta abierta.
Pero el periquito seguía allí.
Metí el comedero y, ya que no había salido durante ese rato, decidí dejársela abierta para ver qué hacía.
Estuve observándolo unos minutos, que se convirtieron en horas, días, meses, años.
Hoy el periquito ha muerto.
Dentro de su jaula.
Con la puerta abierta.