lunes, 16 de febrero de 2009

tras la cortina

A estas alturas de la novela, el protagonista debería intentar besar a la protagonista o, si debido a su delicada timidez no se atreviera, al menos proponerle un paseo a caballo, por el valle, al atardecer, para, más tarde, invitarla a cenar a casa y contemplar desde el gran ventanal el cielo anaranjado de la tarde, árboles movidos por ráfagas de viento, el crujir de la madera bajo sus pies mientras se dirigen al gran sofá después de cenar, las montañas recortadas, como su escopeta tras la cortina, esperando el momento en el que ella echase la cabeza para atrás.