jueves, 23 de diciembre de 2010
tapados con mantas
Tapados con mantas.
Hay alguna foto. Dónde estará.
Tapados con mantas pasábamos las noches de verano, hablando y mirando estrellas.
Los ruidos de la noche también eran nuestros entonces.
Y así, tapados hasta el cuello, esperábamos a que apareciera una estrella fugaz de la oscuridad.
Entonces una allí, por el norte, justo donde no la esperábamos.
Así que fijábamos la vista hacia el norte.
Pero luego una allá, al oeste.
Y así pasamos las noches de verano, en la terraza, felices, aun sabiendo que siempre estaríamos mirando al lugar equivocado.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
nada grave
Siempre me subía al coche con la sensación de que íbamos a tener un accidente.
No un accidente grave con muertos ni nada de eso, simplemente algo que se pudiera contar en las cenas de Navidad, o en una terraza con los amigos.
A ese tipo de accidente me refiero.
Mi padre apenas sabía conducir. Era un borracho, un perdedor.
Por eso yo siempre esperaba ese accidente, cualquier cosa, algo, nada grave, ya digo.
Pero el accidente nunca llegó.
Y yo siempre me bajaba del coche con la sensación de que lo único que sabía hacer mi padre era defraudarme.
pulpo inquieto
El otro día mi hijo se cayó por las escaleras.
Iba conmigo, cogido de la mano, y no sé cómo pudo caerse.
Fue algo tan rápido como absurdo.
Su pequeña mano se deslizó dentro de la mía como un pulpo inquieto.
Luego su cabeza golpeó la barandilla, el escalón, la pared y, finalmente, el suelo.
Lo vi todo con una gran claridad, a cámara lenta. Incluso imaginé que, una vez en el suelo, se levantaría, nos reiríamos del tropezón y luego iríamos a tomarnos un helado para celebrar que no había pasado nada.
Tantas cosas que podríamos haber hecho juntos.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
mi madre aplaude
Mis abuelos estaban en casa, y también mi hermana mayor, que aquel fin de semana nos había hecho una visita.
Mi padre se encaramó a la estantería y sacó la caja con las cintas.
Habría unas cincuenta, todas fechadas.
Empezó por la más antigua.
En la imagen, un parque, un tobogán, mi madre juega con mi hermana y protege en todo momento su diminuto cuerpo durante el descenso.
Luego ríen y mi madre aplaude y besa a mi hermana.
Ya entonces, nadie parecía echarme de menos.
lunes, 29 de noviembre de 2010
saco de arena
Por las tardes lo podías escuchar, atizándole al saco.
Un día me dijo si quería probar.
Yo tendría unos diez años.
Golpeé ese saco sin demasiado entusiasmo.
Él me recomendó que pensara en alguien que me cayera mal.
Me vino a la cabeza uno de clase, y mis golpes fueron entonces más creíbles.
Al cabo de un tiempo, el de mi clase se mató con sus padres en el coche.
Nunca pensé que yo tuviese algo que ver, pero se me fueron quitando las ganas de darle golpes a nada.
martes, 31 de agosto de 2010
objetos escondidos en cajones
No podríamos decir exactamente cuándo se inició este proceso pero lo cierto es que ellos, que tanto habían significado para nosotros hasta entonces, que tanto habían luchado para ganarse nuestra confianza y cariño, ahora ya no nos transmitían ninguna seguridad.
Y tampoco seríamos justos al acusarles de algo en concreto.
Simplemente llegó ese día en el que, puede que por culpa de algún ademán, alguna respuesta no contestada, algunos objetos escondidos en cajones, o quizá por esquivar nuestra mirada al hablarnos, gesto que siempre nos prohibieron de pequeños, empezamos a desconfiar de nuestros padres.
martes, 20 de julio de 2010
tanatorio
Un día imaginé quién de ellos vendría a mi entierro.
Puede que aquel. O aquella. También. Quizás.
Para salir de dudas, le pedí a mi hermana que les escribiera un mail comunicándoles mi muerte y el horario de visitas del tanatorio.
Al día siguiente, fui el primero en llegar.
Me senté en uno de los bancos.
Estuve esperando durante todo el día.
De vuelta a casa pensé que quizá fue el mal tiempo. Quizá la hora. Quizá yo.
insecto
La madre puede verlos desde su asiento de copiloto.
Marido al volante, niño en asiento trasero, maletas en maletero, primer día de vacaciones.
Y está a punto de decirle al marido que pare un momento el motor, que ha olvidado algo pero, por el contrario, no dice nada.
El coche empieza a moverse.
El marido silba la canción de la radio mientras el niño observa a un insecto que se ha posado en el respaldo de la madre, quien aprieta un puño y deja escapar la misma lágrima de siempre.