miércoles, 22 de diciembre de 2010

pulpo inquieto

El otro día mi hijo se cayó por las escaleras.

Iba conmigo, cogido de la mano, y no sé cómo pudo caerse.

Fue algo tan rápido como absurdo.

Su pequeña mano se deslizó dentro de la mía como un pulpo inquieto.

Luego su cabeza golpeó la barandilla, el escalón, la pared y, finalmente, el suelo.

Lo vi todo con una gran claridad, a cámara lenta. Incluso imaginé que, una vez en el suelo, se levantaría, nos reiríamos del tropezón y luego iríamos a tomarnos un helado para celebrar que no había pasado nada.

Tantas cosas que podríamos haber hecho juntos.