miércoles, 22 de diciembre de 2010

nada grave

Siempre me subía al coche con la sensación de que íbamos a tener un accidente.

No un accidente grave con muertos ni nada de eso, simplemente algo que se pudiera contar en las cenas de Navidad, o en una terraza con los amigos.

A ese tipo de accidente me refiero.

Mi padre apenas sabía conducir. Era un borracho, un perdedor.

Por eso yo siempre esperaba ese accidente, cualquier cosa, algo, nada grave, ya digo.

Pero el accidente nunca llegó.

Y yo siempre me bajaba del coche con la sensación de que lo único que sabía hacer mi padre era defraudarme.