martes, 20 de julio de 2010

tanatorio

Año tras año, día a día, fui descuidando a mis amigos. Y ellos, de alguna manera, también se fueron olvidando de mí.
Un día imaginé quién de ellos vendría a mi entierro.
Puede que aquel. O aquella. También. Quizás.
Para salir de dudas, le pedí a mi hermana que les escribiera un mail comunicándoles mi muerte y el horario de visitas del tanatorio.
Al día siguiente, fui el primero en llegar.
Me senté en uno de los bancos.
Estuve esperando durante todo el día.
De vuelta a casa pensé que quizá fue el mal tiempo. Quizá la hora. Quizá yo.