A veces le pregunto a mi abuela qué es lo que hay allí y me responde: trastos.
No sé por qué se lo pregunto si ya sé lo que me va a contestar.
Tampoco sé por qué a veces se oyen ruidos adentro.
Y no sé por qué mi abuela se pone triste cuando me dice que allí hay trastos.
Y tampoco sé por qué mi abuela me tendría que mentir.
Pero no sé por qué creo que el día que abra esa habitación, allí no habrá trastos.