Mi mujer me abandonó por un hombre más calvo, más gordo, más peludo y más feo que yo.
Fue una tarde de invierno, porque estas cosas, decía, se tienen que hacer en invierno, para que el ambiente acompañe a la tristeza.
La cuestión es que recuerdo aquella tarde como algo alegre porque yo ya estaba harto de mi mujer y di gracias al cielo de que apareciera ese hombre más calvo, más gordo, más peludo y más feo que yo.
Ahora, gracias a ella, las tardes de invierno se han convertido en lo mejor de mi vida.
No como antes.