Al cabo de un rato, mi amigo habló.
Esto es maravilloso, dijo.
Y yo sabía que no se refería a la montaña de basura en la que estábamos sentados, ni a las ratas que se peleaban por un trozo del cordón de mi zapato, ni siquiera se estaba refiriendo a la enfermedad que corría por su sangre, tampoco a las escasas horas de vida que nos quedaban, ni mucho menos a la lluvia constante, trágica.
Mi amigo se refería a todo lo demás. Lo realmente importante.
Y no pude hacer otra cosa que darle la razón.
Sí, es maravilloso, dije.