lunes, 7 de julio de 2008

piel muerta y fría

Muchas tardes fui con mi madre al médico.
No recuerdo para qué pero íbamos allí después de salir del colegio.
Nos sentábamos a esperar en unos sillones de piel gastados.
Casi siempre estábamos solos.
La habitación estaba llena de libros y figuras de bronce.
Una pequeña lámpara iluminaba la estancia.
Un día mi madre me dijo que la esperara y entró sola en la consulta.
Yo esperé acariciando esa piel muerta y fría.
Hablaban en voz baja.
El médico dijo: Tendrá que vivir con eso para siempre.
Mi madre empezó a llorar.
Nunca llegué a saber a quién se referían.