Fuimos a cenar
a casa de mi abuela
a la que hacía demasiado que no veía
y comprobé
que cada día está mejor
aunque también pensé
que se hacía la fuerte
pero luego
me dije
que no tenía por qué
y estuvimos seis horas con ella
y se sentó donde se sentaba mi abuelo
aunque no exactamente en el mismo sitio
sino un poco a la izquierda
como dejándole espacio
y en la vitrina detrás de mi abuela
un nueve y un uno rojos
del último cumpleaños
como un insecto
atrapado en resina
que sabes que no volverá
a moverse.