El hombre se acercó a mí y me dijo Esa mujer tiene algo para ti.
La mujer estaba en la otra acera, sentada en un banco, con las piernas cruzadas y un bolso en el regazo.
El hombre dio media vuelta y dobló la esquina.
Yo miraba a la mujer que tenía algo para mí y me imaginaba qué podría ser.
Quizá una carta en la que estuviera escrito mi futuro, quizá unas llaves que abriesen la puerta necesaria para seguir adelante, quizá la palabra exacta para todos los momentos.
Pero, ¿quién era ese hombre?
Y, ¿por qué a mí?